“Todas las desgracias de la gente provienen de no hablar claro”
Albert Camus
Después de haber tratado en un artículo anterior qué es la lectura fácil, abordamos ahora el lenguaje claro. A pesar de sus similitudes y de que comparten un mismo objetivo (que toda la ciudadanía tenga acceso a la información que necesita de forma comprensible) conviene aclarar que son dos conceptos diferentes.
¿Qué es el lenguaje claro?
“El lenguaje claro tiene que ver con poner primero al lector: descubrir qué quiere saber, qué información necesita y ayudarlo a alcanzar sus objetivos. La meta es que un lector pueda entender un documento escrito en lenguaje claro la primera vez que lo lee”.
Así describe la International Plain Language Federation qué es el lenguaje claro.
El lenguaje claro surge de la necesidad de los ciudadanos y consumidores de comprender a las administraciones y empresas, y es una demanda lógica de una sociedad que avanza, más democrática y transparente.
Los ciudadanos necesitamos entender la información que nos ofrecen las administraciones para ejercer nuestros derechos y cumplir nuestras obligaciones sin ayuda de intermediarios. Además, como clientes cada vez somos más exigentes y demandamos garantías de lo que compramos o consumimos. Y en momentos tan complejos como el actual queremos comprender los avances técnicos o científicos para actuar ante el reto de una pandemia.
Casi todas las personas hemos tenido problemas para entender con claridad una normativa, el contrato de una hipoteca, la letra pequeña de un seguro, cualquier documento de un proceso legal, un formulario de la administración, las instrucciones de un electrodoméstico, un informe médico, el prospecto de un medicamento…
Como indica Sandra Fisher-Martins, se produce un “apartheid de la información” cuando un sector de la ciudadanía no entiende aquellos documentos que necesita para su vida cotidiana.
Es inviable aspirar a que toda la ciudadanía conozca los tecnicismos de un lenguaje especializado: administrativo, jurídico, científico… Por ello, deben ser las instituciones y entidades las que se comuniquen con un lenguaje claro que sea entendido por cualquier persona sin ser experta en la materia.
El lector es el centro
El lenguaje claro no supone una simplificación en sentido negativo ni una actitud condescendiente hacia el receptor. Lenguaje claro no es lenguaje simplista, vulgar o infantil. Lenguaje claro es lenguaje comprensible. Implica claridad y sobre todo pensar en el destinatario: descubrir qué quiere saber, qué información necesita y ayudarlo a tomar sus decisiones o a alcanzar sus objetivos.
Mucha gente cree equivocadamente que escribir de una manera complicada o pomposa parece más “profesional”, cuando ocurre exactamente lo contrario: los textos más claros son más eficientes.
Queda mucho por hacer
Uno de los países pioneros en el desarrollo del lenguaje claro fue Suecia. Desde 1976 todos los proyectos de ley pasan la revisión de un equipo de juristas y lingüistas antes de llegar al Parlamento. En la actualidad, cualquier documento público ha de llevar el sello de un experto en lenguaje que garantice que el documento cumple con los requisitos de claridad. En el país escandinavo existe la convicción de que para el buen funcionamiento de la democracia es esencial que las autoridades públicas se comuniquen de manera comprensible con los ciudadanos. Envidia ¿verdad?
En el mundo anglosajón esta corriente lleva el nombre de Plain Language Movement y Plain English. Barak Obama, por ejemplo, firmó en 2010 el Acta por la Escritura Clara, que obligaba por ley a las diferentes agencias del gobierno norteamericano a comunicarse con claridad con sus ciudadanos. Desde ese mismo año, además, las páginas web de la administración funcionan con un estándar de escritura y diseño más sencillo.
Existen varias asociaciones que promueven la investigación, difusión y uso del lenguaje claro. Los principales ejemplos son PLAIN, Plain Language Association International, que acoge a más de 200 entidades y profesionales asociados en más de 30 de países, y Clarity, que defiende la claridad en el lenguaje jurídico, con miembros en casi 40 países.
En España las primeras iniciativas se tomaron en los años 80, pero no fue hasta 2009 que se creó la Comisión de Modernización del Lenguaje Jurídico. Esta Comisión, integrada por juristas, lingüistas y periodistas, concluyó que los ciudadanos consideran críptico el lenguaje judicial y redactó un informe con una serie de recomendaciones para la mejora del lenguaje jurídico con el objetivo de impulsar el “derecho a comprender”.
El Ayuntamiento de Madrid inició a comienzos de 2017 un proyecto piloto de comunicación clara (este es un concepto más amplio que incluye también el lenguaje visual y el diseño) con la colaboración de la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y Prodigioso Volcán. El proyecto rediseñó las multas de tráfico para que fueran más sencillas y claras.
Consejos:
La Comisión Europea editó en 2013 el manual ‘Cómo escribir con claridad’, traducido a varios idiomas. También es muy útil el documento ‘El derecho a entender’ de El prodigioso volcán.
En ellos podemos encontrar varios consejos para la redacción y comunicación clara, muchos de los cuales coinciden con las 20 pautas para facilitar la lectura fácil que ya desarrollamos en el artículo anterior:
Consejo 1.
Piensa antes de escribir/traducir: ¿Quién va a leer el documento? ¿Cuál es el objetivo del documento? Ten siempre en cuenta a las personas a las que se dirige. Habla el lenguaje de quien te lee.
Consejo 2.
Sé breve y sencillo. Asegúrate de que cada palabra es realmente necesaria. Siempre que sea posible, utiliza palabras y expresiones sencillas. Cuanto más breves son las frases, mayor es su efecto.
Consejo 3.
Sé directo y concreto. Evita ambigüedades. Los mensajes concretos son claros. El lenguaje abstracto puede resultar confuso.
Consejo 4.
Evita la jerga. Si el texto va dirigido al público en general (no a especialistas) no conviene incluir vocabulario técnico o muy especializado.
Busca las palabras clave y más complejas o especializadas del documento e intenta explicarlas (al menos la primera vez que aparecen).
Consejo 5.
Revisa y comprueba. Relee el documento con espíritu crítico, poniéndote en el lugar del lector.
Libro recomendado:
El derecho a entender
¿Ha recibido algún documento o notificación de la Administración o de alguna compañía que no haya entendido? ¿Ha necesitado explicaciones telefónicas para comprender el mensaje o sus implicaciones?
A la ansiedad que nos genera vernos obligados a solicitar aclaraciones, se añade el desánimo que experimentamos ante pantallas ingratas, plagadas de botones y textos sinuosos cuya aceptación terminamos pulsando.
Hace ya más de cincuenta años que los movimientos civiles norteamericanos empezaron a reclamar el derecho de los ciudadanos a entender a su administración, a recibir una comunicación que puedan comprender sin dificultad.
Este libro analiza el concepto del derecho a entender, su desarrollo histórico y la protección que ya se le otorga en numerosos países; las implicaciones que ese derecho exige en la era de Internet y la normativa que lo ampara, particularmente en la Unión Europea. Además, y este es quizá el mayor valor de esta obra, aporta la metodología con la cual lograr una comunicación clara que sitúe a las personas en el centro.
En tiempos de confusión e infoxicación, la claridad es poder. Este libro traza el camino que iniciaron los activistas pioneros en lenguaje claro hasta los actuales sistemas de diseño que ya aplican varios países en sus servicios públicos.
En estas casi 200 páginas encontrarás ideas, referencias y fuentes que te servirán para aplicar claridad en la comunicación de tu empresa u organización.
Autores: Estrella Montolío y Mario Tascón